El gato es el mejor amo del hombre

06-08-2012

El gato es el mejor amo del hombre
Una lectura especial para todos los amantes de los gatos.
*Fuente del artículo: Diario "El Ciudadano" - Sábado 10 de setiembre 2011
*Autor del escrito: Rubén Alejandro Fraga



“El día que nací había un gato esperando al otro lado de la puerta”. La frase del inolvidable Gordo Osvaldo Soriano bien puede servir de disparador para esta columna, que hoy no está dedicada a una efeméride destacada ni a algún ser humano ilustre de la historia. A diferencia de otros sábados, esta vez hablaremos sobre aquel que tal vez no será el “mejor amigo” del hombre (calificativo otorgado al perro) pero que sin dudas puede llegar a ser su más fascinante y majestuoso compañero y, por qué no, su mejor amo: el gato.

Tal vez esa fascinación que despiertan los gatos tenga que ver con aquella sentencia que alguna vez pronunció el padre de la etnología francesa, Marcel Mauss: “El gato es el único animal que ha logrado domesticar al hombre”.

El premio Nobel dela Paz1952, Albert Schweitzer, fue más allá, al señalar: “El hombre tiene dos medios para refugiarse de las miserias de la vida: la música y los gatos”. Schweitzer llevó consigo a su gata Suzi a África, donde fue adorada como una diosa por los nativos.

Y qué decir del irlandés ganador del premio Nobel de literatura en 1925 y del Oscar en 1938 (mejor guión, por Pigmalión), George Bernard Shaw, quien sentenció: “El hombre es civilizado en la medida que comprende a un gato”.

También el genial Leonardo da Vinci (1452-1519) dijo lo suyo sobre este tema: “El más pequeño gato es una obra maestra”.

Es que a lo largo de la historia muchas personalidades de las artes, la ciencia y la política prodigaron amor y veneración a los gatos.

Según dicen, Cleopatra VII (69 aC-30 aC), última reina del Antiguo Egipto, sentía auténtica adoración por su gata, Charmaine.

También se sabe que el profeta Mahoma (570-632) tuvo a lo largo de su vida muchos gatos, pero su favorito sin duda era Muezza. Cuenta la leyenda que en una ocasión en que el minino dormía sobre la manga de la túnica del profeta fundador del Islam, éste prefirió arrancar la pieza de tela y levantarse sin ella, antes que molestar a su adorado gato.

El emperador japonés Ichijo (980-1011) confinó a prisión al dueño de un perro que había perseguido a su gata Myobu No Omoto, por considerar que el honor de ésta había quedado irreparablemente mancillado.

También se afirma que la emperatriz bizantina Zoe (978-1050) hacía comer a su gato junto a ella en un suntuoso plato de oro.

Por su parte, Guillermo IX (1071-1126), duque de Aquitania, sostuvo: “La elegancia quiso cuerpo y vida, por eso se transformó en gato”.

El cardenal francés Richelieu (1585-1642) vivía con 14 gatos, uno de los cuales, negro como el carbón, se llamaba Lucifer. Otro de ellos, Gaceta, tenía la costumbre de orinar sobre los invitados que le desagradaban. Píramo y Tisbe se convirtieron en una pareja inseparable que siempre dormía con las patitas entrelazadas. Otros felinos que tuvo este personaje fueron Serpolet, Sumiso, Ludovico el Cruel –que debía su nombre a que cazaba a sus presas, sobre todo ratones, en forma particularmente violenta– y Peluquín, llamado así porque se dice que nació sobre la peluca de uno de los amigos del cardenal. Los gatos de Richelieu eran reverenciados hasta por el rey de Francia.

Famosa es la frase del más importante de los escritores románticos en francés, Víctor Hugo (1802-1885): “Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre”.

Por su parte, el genial novelista inglés Charles Dickens (1812-1870) no salía de su asombro cuando su “gato” William parió una numerosa camada, viéndose obligado a rebautizar a su felino con el nombre de Wilhelmina.

Florence Nightingale (1820-1910), madre de la enfermería moderna, estuvo enla Guerrade Crimea acompañada por sus gatos: Bismarck, Gladstone, Disraeli y Houri, una gata de angora que le regaló un soldado turco.

La reina Victoria I de Inglaterra (1819-1901) sentía pasión por los gatos. Su favorita, una persa, llamada White Heather, la sobrevivió y vivió en el palacio de Buckingham hasta bien entrado el reinado de su sucesor, Eduardo VII.

Y si de Inglaterra hablamos, bueno es recordar que una de las preocupaciones principales del primer ministro británico Winston Churchill era poner a salvo a su gato, un castaño de nombre Jock, durante los ataques aéreos enla Segunda GuerraMundial. Su afecto por el animal era tal, que éste se hallaba presente junto a su amo en las reuniones del consejo de guerra. Aunque por su aspecto físico a él se lo comparaba con un bulldog, Churchill (premio Nobel de Literatura en 1953) escribió: “Los perros nos miran como sus dioses, los caballos como sus iguales, pero los gatos nos miran como sus súbditos”.

En el Nº 10 de Downing Street, residencia del primer ministro británico, la presencia de gatos no es noticia. A tal punto que cuando el laborista Harold Wilson (1916-1995) ocupó el cargo de premier y su inseparable gato Nemo se convirtió prácticamente en un miembro más de su gabinete, se le preguntó al embajador italiano en el Reino Unido qué le gustaría ser si volviera a nacer. Éste, con una sonrisa, contestó: “Me gustaría ser gato en Londres”.

En Estados Unidos la cosa no fue muy diferente. Abraham Lincoln (1809-1865) asignó a Tabby, su gato rayado, la tarea de convertirse en ayo particular de su hijo Tad. También se dice que el presidente Theodore Roosevelt (1858-1919) conversaba a menudo con sus gatos Tom y Zapatillas sobre el Canal de Panamá. Además, cuando Tiger, el gato vagabundo adoptado por el presidente John Calvin Coolidge (1872-1933) se perdió, el político, que solía caminar porla Casa Blancacon el gato alrededor del cuello a modo de bufanda, compareció ante los medios ofreciendo una recompensa a quien pudiera aportar pistas sobre su paradero. En tanto, a la muerte de Tom Kitten, el gato del ex presidente John F. Kennedy, se publicó una nota necrológica en un diario de Washington en la que se leía: “Contrariamente a los humanos en su posición, Kitten no escribió sus memorias ni buscó sacar provecho de su estancia enla Casa Blanca”.

Pero el gato más famoso dela Casa Blancafue Socks (Calcetines), que recibió durante el mandato presidencial del demócrata Bill Clinton más de 100.000 cartas de fans al año, que eran contestadas por voluntarios acompañando como firma la huella de un gato.

Otros líderes mundiales amantes de los gatos fueron los dictadores Benito Mussolini y Josef Stalin y el general francés Charles de Gaulle. Cuentan que este último sentía una especial antipatía por los periodistas, a los que trataba con displicencia, mostrándose sin embargo tierno y juguetón con su gato Gris-Gris.

Entre los pintores se destacaron Pablo Picasso con su gato Claude, y Paul Klee con su felino Bimbo, sin olvidarnos de Salvador Dalí, quien también tuvo varios. Los Beatles, Freddie Mercury, Bob Dylan, Jean Michel Jarre, Frank Zappa, Kurt Cobain, Morrisey, Joaquín Sabina, Madonna, David Bowie, Michael Jackson y Amy Winehouse, entre los músicos.

Entre los escritores la lista de devotos gatunos es interminable. Bastaría con citar a Lope de Vega, Lord Byron, Théophile Gautier, Edgard Allan Poe, Walter Scout, Charles Baudelaire, Rudyard Kipling, Federico García Lorca, Thomas Stearns Eliot, Sidonie Gabrielle Colette, Raymond Chandler, Truman Capote, Ray Bradbury y Lucy Maud Montgomery. Herman Hesse adoraba a su gato Lowe. Jean Cocteau escribió: “Si yo prefiero los gatos a los perros es porque no hay gatos policías”. Ernest Hemingway, Gore Vidal, Patricia Highsmith, Italo Calvino, Stephen King, Juan L. Ortiz, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Manuel Mujica Láinez y Haruki Murakami también integran la pléyade de fanáticos de los gatos. Quizás esto sea así porque, como dijo Aldous Huxley: “Si quieres escribir sobre seres humanos, lo mejor que puedes tener en casa es un gato”. Con su habitual acidez, Mark Twain sostuvo: “Si fuera posible cruzar a un hombre con un gato, mejoraría el hombre, pero se deterioraría el gato”. Y qué decir dela Odaal gato de Pablo Neruda: “Oh pequeño/emperador sin orbe,/ conquistador sin patria,/mínimo tigre de salón, /nupcial/sultán del cielo/de las tejas eróticas…”. Para el final, les dejo una frase de autor anónimo: “El paraíso jamás será paraíso a no ser que mis gatos estén ahí esperándome”.
 

 

Autor: Rubén Alejandro Fraga

Fuente: Diario "El Ciudadano" - Sábado 10 de setiembre 2011